"

sábado, 11 de febrero de 2017

Con los cinco ojos de un animal

¡Feliz sábado!

Tengo buenas noticias; esta semana he sabido que mi relato "La Corona imperial" ha sido aceptado dentro de la antología "La otra fantasía medieval" que organiza Laura Morán (pincha aquí si quieres echar un vistazo al proyecto). Me hace mucha ilusión no solo porque mi historia haya gustado, sino por lo que defiende dicha antología: no por estar basada en una época medieval la historia ha de mostrar una sociedad machista, ya que nuestro trabajo como autores de fantasía es, precisamente, imaginar otros mundos y realidades diferentes a los nuestros.
Aún va a pasar un tiempo hasta que esta antología vea la luz, pero seguiré informando conforme vaya habiendo novedades.
Mientras tanto, seguiremos con los retos de ELDE. Hoy traigo el 34: "Escribe un relato de un animal como protagonista que actúa de narrador contando las costumbres raras que tienen los humanos".
No hace falta ser un animal para darse cuenta de que los humanos somos unas criaturas muchas veces absurdas, por lo que el punto de vista crítico no ha sido demasiado difícil de conseguir. Lo peor, quizá, ha sido no irme por las ramas, ya que tenemos rarezas para llenar un manual entero. Por suerte, lo he conseguido, y la reflexión de este animal cabe en este post.
¡Pasen y lean!

EL SER MÁS EXTRAÑO

Desde que llegué a esta estrambótica madriguera no he podido dejar de asombrarme. Mis captores dicen que el espécimen exótico soy yo, el bicho raro con una pata y cinco ojos; como si los oculocojos fuéramos seres de otro planeta. Lo cierto es que hemos vivido durante miles de años en las profundidades terrestres. Pero claro, que sabréis vosotros.
Me irrita esa actitud de suficiencia y supuesta superioridad que mostráis hacia mí. Vamos a ver, humanos del mundo, ¿os habéis visto bien?
Y no, no me refiero a esa pinta rara que tenéis, aunque vuestro aspecto deja mucho que desear. Os empeñasteis en caminar a dos patas, es normal que os duela la espalda. Y lo que es peor, casi no tenéis pelo, y tenéis que cubriros con esas cosas feas e incómodas que llamáis ropas. Por cierto, aprovecho para informaros de que con ellas estáis ridículos; me hace mucha gracia vuestra apariencia, o me la hacía hasta que me di cuenta de que algunas de esas prendas están hechas con pieles de otros animales.
Estáis mal de la cabeza, humanos. He notado que os gusta pasar varias horas al día delante de esas pantallas luminosas, en las que aparecen otros humanos haciendo cosas que a vosotros os gustaría hacer, o que os asustan, o que os hacen reír. Cuando no estáis delante de esa pantalla, miráis una más pequeña, que podéis llevar con vosotros a todas partes. Os encontráis con otros humanos, y en vez de comunicaros entre vosotros, fijáis la mirada vidriosa en ese aparato. Tengo una sugerencia para vosotros: ¿qué tal si apagáis la pantalla y os fijáis en el mundo real?
Vale, me diréis que muchos querríais hacerlo, pero no podéis porque tenéis que trabajar. Le llamáis trabajar a pasar las horas de luz dentro de un edificio para hacer lo que os manda otro humano, al que llamáis jefe. Si no os gusta, os quejáis a otros humanos en la misma situación, en vez de al que os da las órdenes. No es por nada, pero que yo sepa, ningún otro animal se comporta así. Vosotros os creéis los más inteligentes, pero lo cierto es que sois unos pardillos. También el jefe lo es; el de esta madriguera está siempre preocupado porque no le roben su dinero unos enemigos llamados Hacienda. Deben ser terroríficos, con muchos colmillos y garras afiladas.
Que conste que este jefe no me da ninguna pena; por su culpa estoy metido en una jaula, cuando no he hecho nada malo. Este es otro de los comportamientos humanos que me sacan de quicio: ¿quiénes os creéis que sois para decidir sobre mi vida, o sobre la de los demás animales? Según vosotros, tenéis más derechos porque podéis hablar, leer, o contar historias. Os diré algo que os sorprenderá: los demás animales tenemos nuestra propia vida. Pensamos, sentimos, nos comunicamos; y si nos enjauláis contra nuestra voluntad, o nos claváis una espada, sufrimos. Sí, no disimuléis ahora, ya he visto lo que hacéis con los toros. Y, con toda la sinvergonzonería del mundo, decís que eso es arte; a mí no me engañáis, cuando solo uno de los combatientes elige pelear, es tortura.
¿Estoy siendo muy duro? Tal vez. Puede que haya humanos buenos, más compasivos que sus congéneres; sé que no está bien generalizar. Si sois de estos, os pido perdón y siento que tengáis que aguantar las barbaridades de semejantes desalmados. Me da mucha rabia, y seguro que a vosotros también.
Pero no os preocupéis. Ya he visto dónde guardan las llaves mis captores. No tienen ni idea de la fuerza que podemos llegar a tener los oculocojos. Esta noche romperé los barrotes de la jaula y me largaré de aquí.
Pronto volveréis a tener noticias mías, así que sed listos por una vez y procurad ser buenos, no vaya a ser que me encuentre al acecho...